En la arquitectura la luz es un recurso esencial. La luz natural ilumina el exterior de los edificios y entra en el interior por los vanos, prestándose atención especial por los arquitectos a la orientación desde los inicios de la historia de la arquitectura (la orientación convencional, este-oeste, permite considerar iluminaciones matutinas y vespertinas, lados de solana y umbría, e incluso la variación estacional). Los atrios, patios, cours y claustros son soluciones arquitectónicas que llevan la luz al interior de edificios amplios.
Con luz artificial se ilumina el exterior de los edificios destacados (iluminación nocturna). La utilización de iluminación artificial en el interior de los edificios, según sus distintos usos (viviendas, lugares de trabajo, ocio, culto, representación política, etc.) es una de las funciones más importantes de la disciplina denominada interiorismo, que ha pasado a convertirse en un ámbito del diseño.
"Luz" como distancia entre apoyos es un término técnico de arquitectura e ingeniería.
«La luz es imagen de Dios mismo y de su bondad, que ilustra todo lo supra mundano, que se extiende por todas partes y lo penetra todo. Al penetrar las cosas, las forma y las hace. Lo vivifica todo, lo contiene todo, lo sostiene todo, reúne y unifica todo. Envuelve en sí misma todas las cosas que existen, o están iluminadas, o viven, o se engendran, o se nutren, o crecen, o se completan, o se mueven.
La luz las purifica, las completa, las renueva, las conserva y hace que no perezcan. No carece de nada, es rica en todo. Anhelada por todos y deseable para todos. Adorno de los cielos y de todos los cuerpos, nobleza del mundo, hermosura del mundo, alegría del mundo, risa del mundo. Nada es tan alegre para la mirada, nada más agradable al ánimo, nada más fortalecedor para la vida, nada más importante para el conocimiento, nada más útil para la acción. Sin ella, todas las cosas quedarían inmersas entre tinieblas, inertes en sí mismas y desconocidas para nosotros».
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